Pues sí, Matías, fuera del tiesto
o la tiesta. Estamos en un tiempo en el que hay que medir más las palabras que
lo que se dice. Estaba yo el lunes de la feria, aprovechando que costaban los
cacharricos a cincuenta duros, y dice un abuelete que estaba a mi lado: “hay
que ver qué bien se los pasan los nenes en los columpios”. Yo asentí,
evidentemente, que estaba con mi Lucía para que disfrutara de las atracciones.
Pero alguien al lado le espetó “los nenes y las nenas, querrá decir”. El pobre
se quedó parado y sólo pudo asentir.
Entonces me dio por pensar, mira
tú que cosas a mi edad. ¿Y si hubiera dicho “los chaveas”, o “la chavalada”? A
lo mejor no viene en el tocho ese rancio del DRAE, pero caramba, se entiende
que engloba a todos los géneros. Es una catalogación neutra filtrada por edad,
simplemente. Igual que decir los nenes así, en general.
Tenemos más vocabulario que
gastronomía, que ya es decir, pero no lo usamos. Muy al contrario, duplicamos
lo que hay hasta retorcerla de la manera más grotesca.
El guaperas ese que le ganó a la
de Andalucía, ¿Cómo era…? Pedro, si, como mi pequeño. Habla el hombre que
parece que mantiene dos conversaciones simultáneas, como cuando el móvil te da
eco y hablas sólo porque no hay quien se entere de nada. “Amigos y amigas,
candidatos y candidatas”,… Chapeau, evidentemente, porque si hablas con un
grupo de gente te tienes que referir a todo el grupo. Yo empiezo siempre con un “Pues sí, Matías”
porque sólo hablo contigo. Imagina que, por mil demonios, estas charlas
acabaran… ¿Yo qué sé? ¿En un periódico mismamente? Claro, ahí tendría que
generalizar. Llámame viejo o arcaico, pero en ese caso no diría “lectores y
lectoras”. Entiendo que “lectores” como genérico puede, aunque no es así, dejar
a las féminas aparte. Ahí usaría “a quien me lea”, por ejemplo. ¿Ves qué fácil?
El problema es que así, pese a
ser inclusivo, no lo demuestro. Es mejor decir “electores y electoras” que
“electorado”, o eso deben pensar quienes escriben los negocios.
En mi pueblo eso es ser un pintas
o, como dicen ahora, hacer “postureo”. No sólo eso, sino que de esta manera
evitamos hablar de lo que queremos hablar y nos centramos en el cómo.
¿Por qué se insiste más en llamar
“directores y directoras” a quienes se hacen cargo de la gerencia de una
empresa? La gran mayoría son señores con mostacho y traje de chaqueta gris o
marrón. ¿Por qué no tratar de que haya más señoras en esos cargos? Me da igual
cómo se llame, lo mismo “gerentes y gerentas” que “alcachofos y alcachofas”,
pero que las haya, que estén ahí donde deben de estar.
Inauguraba un amiguete mío su
piscina hace unos días: limpica, agua fresca y cristalina. Va y me suelta “voy
a invitar a todos los amigos y amigas de mis hijos e hijas para que se lo pasen
bomba y hagamos un guiso”. Me quedé un rato pensando, poquito, claro, y le dije
“osea, que vas a convidar a las amistades de tu progenie, ¿No?”. Mira tú que
cosa más sencilla. Bueno, pues empezó a llamarme carcamal, viejuno, y a echarme
en cara que hablara muy raro.
¿Qué es más importante: que todos
disfruten juntos un día de piscina o que mi amiguete quede de lujo dándoselas
de inclusivo? Es igual que lo de los gerentes o gerentas. Lo importante es que
todo el mundo pueda hacer de todo, que se respeten los derechos y se garanticen
las oportunidades de las personas independientemente de su sexo o género.
Además lo que ganaríamos en vocabulario si un día juntamos a toda la membresía
de nuestro grupo, felicitamos al equipo médico por su trabajo, o nos
manifestamos delante de la dirección de la empresa para exigir mejores
salarios.
Resumiendo, que más vocabulario y
menos adaptación forzada. Hay idiomas que no tienen género, como el inglés, y
se quitan de esos problemas. Pero tienen menos riqueza que la nuestra. Si
Cervantes levantara la cabeza, amén de darse un testarazo con la tapa allá
donde esté, se reiría de nosotros; y Rosalía de Castro se saldría de los
billetes de cien duros avergonzada.
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